Cuentan mis padres que cuando yo (Adrián) tenía dos o tres años de edad era un niño muy inquieto y curioso. ¡Por lo menos así dice la leyenda!
En una oportunidad, cuando mi padre estaba haciendo un asado (una comida típica argentina que consiste básicamente en carne vacuna cocida a las brasas), él había preparado, para ayudar a encender el fuego, un vaso de vidrio con un poco de kerosene, que es un combustible muy inflamable de color azulado.
Yo, curioso e inquieto, al ver el brillo seductor de ese combustible, me lo llevé a la boca pensando que como el color era tan bonito, su sabor sería inolvidable. Y así fue. In-ol-vi-da-ble.
Tuvieron que llevarme corriendo al hospital con un principio de asfixia y los pulmones quemados por el líquido azul.
Hoy me pregunto, ¿qué fue lo que me llevó a hacer semejante barbaridad? Y me respondo, ¡es que ese líquido era muy lindo a la vista! Pero quemó el interior de mi garganta y mis pulmones.
Muchas cosas que nos encontramos parecen atractivas a nuestros ojos, pero nos lastiman, nos humillan y queman en nuestro interior. De eso se trata este libro. Lo hemos escrito para que no te involucres, o para ayudarte a salir de las garras de la pornografía.