martes, 4 de mayo de 2010


El problema con la pornografía es que crea un mundo ficticio.

Las imágenes que presenta son artificiales y muy lejanas de la realidad.


Las conductas y la escenografía que muestra son irreales y por eso se genera una realidad distorsionada. Ahí está el engaño. Las escenas que se ven son armadas y arregladas sobre la base de un diseño hecho por expertos en producción visual (video, fotografía y dibujos animados o anime). Tanto los gestos como las posiciones y las expresiones de placer son fingidos.

Es toda una estrategia de mercadeo.

Te presentan un producto deseable, pero entre líneas te han lanzado una serie de mentiras peligrosas. Esa es la carnada, y escondido detrás está el anzuelo para que te quedes enganchado.


Hay muchas mentiras que presenta la pornografía. Un ejemplo es que hace parecer que lo más valioso es el tamaño. Tanto en los hombres como en las mujeres, la cuestión está centrada en el cuerpo.

Otra mentira es la cuestión de la duración de las relaciones sexuales, que hace parecer que lo ideal es que el tiempo sea interminable.

Estos y otros engaños promueven comparaciones y producen fuertes sentimientos de inferioridad.
Las mentiras de la pornografía denigran a la mujer y humillan al hombre.

Si no reconoces estas mentiras, y en cambio las aceptas, ellas distorsionan tu comprensión de la sexualidad.

El verdadero problema es que al incorporar estas imágenes a tu sistema, tu forma de ver el sexo se corrompe. Esto te induce a satisfacerte a ti mismo a tu antojo, a tu ritmo, a tu agrado.

El sexo no es como la pornografía dice que es.

La pornografía invade progresivamente todos los momentos de tu vida. Comienzas a vivir para ella. ¡Ten cuidado! Si consumes pornografía, entonces te estás dejando atrapar por un engaño.

A Dios le importa mucho tu vida sexual. Él está altamente interesado en que seas exitoso en esta área, en que puedas gozarla y no desperdiciarla. La decisión es tuya.

No creas las mentiras. Mejor vive a la luz de la verdad. No muerdas el anzuelo aunque parezca atractivo.


Segui leyendo "No muerdas el anzuelo" de Adrian Intrieri y Howard Andruejol





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